jueves, 21 de diciembre de 2017

La Santa Transición

Con la aprobación del Plan de Estabilización en 1959 y tras el reconocimiento del régimen franquista por el Vaticano, el ingreso de España en la ONU y la visita de Ike Eisenhower se puede decir que finaliza la posguerra española o cuando menos su etapa autárquica y se ponen bases firmes para el desarrollismo de los sesenta, cuyos elementos icónicos serían la emigración, el turismo y el seat seiscientos.

Los dos primeros financiarían junto con la penetración de capital yanqui el mentado desarrollismo. Esto provocaría cierta redistribución de la renta y una mayor movilidad social, tanto vertical como territorialmente.

Será en los sesenta que emerjan nuevas fuerzas de oposición en la izquierda que disputen su hegemonía al Partido Comunista de España, que desde 1956 defendía una política de Reconciliación Nacional, posteriormente plasmada en el enunciado de Pacto para la Libertad.

En esa encrucijada de los sesenta-setenta hace su irrupción la disyuntiva Reforma/Ruptura con respecto a la salida política al Régimen.

La salida rupturista podría ejemplificarla el Proceso de Burgos de las navidades de 1970, donde se enjuiciaba la acción armada de ETA, que dotó de músculo e impulso a la izquierda revolucionaria en el conjunto del Estado y puso con fuerza sobre el tapete la asunción del Derecho de Autodeterminacion de pueblos y nacionalidades bajo el yugo franquista.

La otra fecha, que simboliza el pactismo o reformismo y que vino en dar una contradicción irresoluble, fue la creación en el verano de 1974 en París de la Junta Democrática, auspiciada por Santiago Carrillo, Calvo Serer, el Marqués de Villalonga y otros.

A ella se incorporarían otros grupos de izquierda como los sucedáneos maoistas del Partido de los Trabajadores de España de Eladio García Castro, cda Ramón Lobato, el Partido Socialista Popular de Tierno Galván, entre otros.

Aún posteriormente se crearía la Plataforma Democrática, bajo inspiración del PSOE felipista y la Democracia Cristiana, con frutas exóticas de sucedáneo nuevamente maoísta, la ORT de José Sanromá,  cda Intxausti.

Y ya finalmente, Coordinación Democrática o Platajunta, la suma de las anteriormente citadas. Ésta pactaría con el franquismo reformista, llamados aperturistas, frente al búnker.

A esto y mucho más llamamos la sacrosanta Transición, por otros llamada Reforma. Finalmente de Ruptura a ruptura pactada o vaya usted a saber. Su concreción fue la aprobación en diciembre de 1978 de la vigente Constitución Española.

De todo esto dos tabúes perviven: la INTANGIBILIDAD DE LA MONARQUÍA y la DENEGACIÓN DEL DERECHO DE AUTODETERMINACIÓN.

Hoy se vota en Cataluña.

domingo, 17 de diciembre de 2017

Navidades sesentayeras

Eran los años sesenta en Vigo. Llegaban puntualmente a su cita anual las Navidades. Eso si, no madrugaban tanto, no había Corte Inglés ni un alcalde de ego hipertrofiado que hiciera de esas fechas un culto a sí mismo, de tal modo que fuera a un tiempo el burro, el buey, San José, la Virgen y hasta el mismísimo niño mesías.

Tampoco teníamos el puente largo de la Constitución y la Inmaculada, porque bastaba con el dogma virginal de la segunda.

Los dos árboles públicos que destacaban y se adornaban eran, en ocasiones, el Olivo, en el.Paseo de Alfonso XII y el que ponía la Caja de Ahorros Municipal de Vigo en su sede principal.

De la megalomanía de un árbol ficticio de lucerío taurino ni por asomo. No disputábamos el ridículo de ningún récord mastodóntico con Tokio, Berlín o Nueva York. No pretendíamos ser el ombligo destellante del universo.

Los protagonistas éramos los niños. Los dos actos rituales públicos más importantes eran la visita al Belén de la Caja de Ahorros y la asistencia a la Cabalgata de Reyes.

La Navidad en aquellos años infantiles de los sesentaytantos se notaba de verdad con las vacaciones escolares y el sorteo de la lotería, cantada por los niños de San Ildefonso, que era seguido preferentemente por los aparatos de radio, cuyas voces inundaban por la mañana los quehaceres cotidianos de la jornada.

Jugábamos en la calle y disfrutábamos de lo lindo con aquel asueto vacacional que se nos hacía brevísimo para el disfrute de los regalos.

No asomaba sus barbas gringas Santa Claus por nuestras calles, aunque ya si por las pantallas de los primeros televisores en las series americanas.

Vamos, que de papanoeladas nada.

En esas fechas, otra cita infantil viguesa ineludible con la Navidad era entregar la carta a Sus Majestades visitando Almacenes Alfredo Romero, en la calle del Príncipe. Durante el año los jueves regalaban globos. Aquellos almacenes tenían ya de suyo algo de majestuoso, con su estanque de peces de colores y hasta creo recordar pájaros multicolores.

Por lo demás, esas fiestas viguesas eran de compartir, un tanto comunitarias, unos entrábamos en casa de los otros, sin importar quien tuviera más o menos. Duraban menos y se disfrutaban más.

Reinaba, perdón, gobernaba localmente aquellos años Portanet.