sábado, 24 de febrero de 2018

Macaronesia

Allá van 16 años cuando desde la Isla de Fuerteventura me encontré navegando en un piélago de mapas y documentos donde se registraba la existencia de un macroarchipiélago: la Macaronesia.

No era de sustancia incierta y fabulosa como San Borondón. Eran geografía e historia tangibles. Era también un concepto operativo, susceptible de inclusión en lo que tan al uso se denomina geopolítica restringida.

Macaronesia es un polígono comprendido por cuatro subconjuntos, todos ellos archipiélagos, entre las aguas mesoatlánticas y la fachada continental occidental africana. 

Açores, Madeira, Islas Canarias y Cabo Verde, enunciadas correlativamente en una cartografía atlántica Oeste-Este. En este eje se define uno de los espacios linguísticos  de la lusofonía, con la excepcionalidad de Canarias, que merece atención diferenciada.

La lengua canaria tiene varios estratos que la dotan de singularidad o personalidad. De los más intensos, guanchismos, lusismos y americanismos. La isla de La Palma probablemente nos muestre el caso más prolijo de la presencia de las dos últimos estratos en el campo léxico de la lengua canaria.

Tolete, mágoa, entre muchos otros vocablos, integran el acervo del gallegoportugués depositado en el habla canaria. En los últimos lustros y aún décadas la inmigración gallega en las islas vigorizó y dinamizó esta influencia.

Mágoa, sección movible del programa de radio semanal Trisquel, recogió testimonio de estas influencias y expresiones idiomáticas, devolviendo lo escuchado, estudiado y aprendido a la comunidad.

No hay que estar tolete para sentir mágoa por la pérdida o ignorancia de esta aculturación por causa de la standarización de los usos y prácticas sociales, la primera y más impotante, la de la comunicación verbal.

sábado, 17 de febrero de 2018

Vigo: Munipas 1979-2019

Estamos en el décimo mandato municipal desde las primeras elecciones locales democráticas celebradas en la primavera del año1979. Finalizado este mandato, en Mayo de 2019, se cumplirán 40 años de ayuntamientos democráticos.

Una cifra redonda.

Antes, en el inmediato posfranquismo, se habían celebrado dos elecciones legislativas y dos consultas referendarias. Estas últimas, la de la Ley de Reforma Política en diciembre de 1976 y la de la Constitución en diciembre de 1978. Ambas aprobadas. Por tanto, las primeras municipales se celebraron vigente ya la Constitución.

En Vigo, la lista ganadora fue la de la UCD, encabezada por Víctor Moro, aunque sin mayoría. Le siguió la del PSOE, encabezada por Manuel Soto. En el resto de la izquierda, en orden descendente, Unidade Galega, PCG, con tres concejales y cerrando BNPG, con uno, que correspondió a Teruca Conde Pumpido, quien en el transcurso de este primer mandato sería sustituida por Xavier Alonso.

Quedó fuera una lista de izquierda independentista, cuyo cerebro y corazón se hallaba en el Instituto Santa Irene y en las luchas del metal de la ciudad, motor por aquelllos tiempos. Galicia Ceibe, integrada por gente de tanto peso social e intelectual como Leonides de Carlos, Rufo Pérez, Méndez Ferrín, Ricardo Castro Perereira o Pousada Covelo.

La suma de la izquierda otorgaría la alcaldía a Soto en un gobierno de coalición, arrebatándosela a la lista más votada de Victor Moro. Los sucesivos doce años de gobiernos de Soto lo serían sin mayorías absolutas. La primera de estas se alcanzaría en el año1995 por Manuel Pérez del PP, tras el paso por la alcaldía de Carlos Príncipe, etapa con momentos convulsos, sobre todo por la empacadora en Teis. La segunda, en las pasadas de 2015. Hiperabsoluta de Abel Caballero, de 17 ediles sobre 27.

En el año1999, Vigo tendría el único alcalde nacionalista hasta el momento, Lois Pérez Castrillo, del BNG, en un gobierno de difícil cohabitación con Carlos Príncipe.

Diversos han sido los estilos de gobierno y mando en la ciudad en estos últimos lustros. La misma ciudad ha cambiado de piel y hasta entraña de modo reseñable. Quede para otra ocasión comentarlo. Será buena oportunidad el año que resta para completar los cuarenta.

La silueta de la torrre del consistorio, emplazado en el antiguo Campo de Granada de mis juegos infantiles, representa icónicamente estas cuatro décadas por cumplir.